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La transición hacia una economía baja en carbono y socialmente responsable ha impulsado nuevas herramientas financieras que permiten alinear los objetivos económicos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Entre estas, destacan los green bonds, social bonds y sustainability-linked loans. Estos instrumentos, cada vez más comunes, están ganando protagonismo tanto en los mercados financieros como en la estrategia de sostenibilidad de empresas, gobiernos e instituciones.
Pero ¿qué son exactamente? ¿En qué se diferencian y por qué son relevantes? Te lo contamos a continuación.
Green bonds
Los bonos verdes, o green bonds, son instrumentos de deuda destinados a financiar proyectos con beneficios medioambientales claros y medibles. Las entidades emisoras pueden ser gobiernos, instituciones financieras, empresas o incluso organismos supranacionales. El capital obtenido mediante estos bonos debe invertirse en actividades como energía renovable, eficiencia energética, transporte limpio, gestión del agua o economía circular.
El principal atractivo de los green bonds es que permiten a los inversores participar activamente en la transición ecológica sin renunciar a la rentabilidad. Además, estos bonos se rigen por estándares internacionales, como los Green Bond Principles establecidos por la ICMA (International Capital Market Association), que garantizan la transparencia, el uso adecuado de los fondos y la medición del impacto ambiental.
Social bonds
Los bonos sociales, o social bonds, funcionan de manera similar a los bonos verdes, pero con un enfoque centrado en la mejora de las condiciones sociales. Los fondos captados a través de estos instrumentos se destinan a proyectos que generen un impacto social positivo, como el acceso a la vivienda asequible, la educación, la sanidad, el empleo digno o la inclusión financiera.
Durante la pandemia del COVID-19, el uso de los social bonds se disparó como vía para financiar programas de emergencia sanitaria y económica, lo que marcó un punto de inflexión en su desarrollo. Hoy en día, estos bonos son una herramienta esencial para financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
Sustainability-linked loans
A diferencia de los bonos verdes o sociales, que están ligados a proyectos concretos, los sustainability-linked loans (SLL) son préstamos cuyo coste se vincula al desempeño sostenible del prestatario. Es decir, no importa en qué se invierta el dinero, sino que la empresa se compromete a alcanzar ciertos objetivos ambientales, sociales o de gobernanza (ASG).
Si la entidad prestataria cumple con los indicadores de sostenibilidad acordados —por ejemplo, reducir su huella de carbono, aumentar el porcentaje de energías renovables o mejorar la diversidad en su plantilla—, puede beneficiarse de condiciones financieras más ventajosas, como una reducción en el tipo de interés.
Este modelo incentiva una mejora global y continua del desempeño ASG de las empresas, integrando la sostenibilidad en la estrategia corporativa más allá de proyectos puntuales. Para garantizar su credibilidad, estos préstamos deben incluir objetivos ambiciosos, medibles y verificados por un tercero independiente.
¿Por qué son tan relevantes?
La popularidad de estos instrumentos se debe a una combinación de factores:
- Conciencia social y ambiental: inversores y consumidores exigen cada vez más que las empresas sean responsables con el entorno y con la sociedad.
- Regulación favorable: la Unión Europea y otros organismos internacionales están promoviendo marcos normativos que facilitan y fomentan la emisión de bonos sostenibles.
- Rentabilidad competitiva: estos instrumentos suelen ofrecer rendimientos similares a los bonos tradicionales, pero con el valor añadido del impacto positivo.
- Transparencia y reputación: tanto la emisión de bonos verdes o sociales como la firma de préstamos vinculados a la sostenibilidad mejoran la reputación de las organizaciones y refuerzan su compromiso ASG (ambiental, social y de gobernanza).
Los green bonds, social bonds y sustainability-linked loans son herramientas clave para movilizar capital hacia los grandes desafíos del siglo XXI: el cambio climático, la inclusión social y la transformación de la economía global. Más allá de ser una tendencia, representan un cambio estructural en la manera de entender las finanzas, en el que el retorno económico se combina con el compromiso ético y la responsabilidad social.
Invertir con impacto ya no es solo posible, sino también necesario. Y las finanzas sostenibles son el puente entre el capital y el cambio.
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