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Nihilismo activo, por Xavier Fàbregas

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Nihilismo activo, por Xavier Fàbregas

Ruego cierta indulgencia en compartir obviedades y ficción en una interpretación muy singular de lo que está aconteciendo en las principales bolsas de todo el mundo, especialmente en EE. UU. A menudo, mis colegas utilizan acrónimos como “TINA” (“no hay alternativa”) o “FOMO” (“miedo de quedarse fuera”) para aflorar el coste de oportunidad de no estar invertido, consecuencia de unos tipos negativos que nos convierten a todos en inversores y dejan el término ahorrador para el recuerdo.

Los bancos centrales están creando, de forma persistente, una ilusión monetaria que da sus frutos a corto plazo, pero, puesto que no existe ningún precedente, podríamos llamarlo, si se me permite, nihilismo activo. Son tiempos convulsos marcados por teorías conspirativas y “fake news” que legitiman cualquier narrativa. Y como recientemente Robert Shiller decía en una entrevista publicada por La Vanguardia, “los inversores saben el nombre y la historia de la empresa en la que invierten, pero no saben cuál es el precio ni los beneficios por acción. La narrativa conduce la realidad, en lugar de ser al revés”.

Para compensar, hay que ser conscientes de que esa narrativa puede conducirnos a un cambio de expectativas necesario para salir de la crisis, al menos intentarlo. Y que al final Matrix quede como anécdota, como una buena película de ficción que nos ha entretenido mientras andábamos al filo del abismo. Podemos mirar beneficios por acción en Y+1 por un tiempo limitado, pero no indefinidamente. Al final, cualquiera que sea el escenario que descontemos deberá converger con el pragmatismo de la sostenibilidad. Quizás la inflación medida de forma imaginativa nos dé pistas de qué puede suceder en el futuro, pero en cualquier caso este análisis solo pone de manifiesto aún más el hecho de que el dinero vale poco o muy poco. Y en este entorno tan frágil y voluble nos movemos, inmersos en narrativas conspirativas, pero también inflacionistas para ciertos activos. La ilusión monetaria mueve el sentimiento y esto es positivo para las bolsas.  

Si los rendimientos del trabajo no dan para más, los rendimientos del capital, y preferiblemente con ganancias a muy corto plazo, entran en escena. Cuestionable es la escenificación de esos rendimientos y sobre todo de quien los lidera. Podemos participar o quedarnos fuera, pero a veces la narrativa es demasiado potente como para ignorarla. Debemos ponderar que el mundo está, de algún modo, en riesgo alto y quizás la clave sea alinear nuestro perfil de riesgo a esta nueva normalidad y buscar sólidos fundamentales. En especial en nuestra forma de invertir. Quizás todo se reduzca en desistir a la hora de intentar tener la razón. Queramos o no, estamos sesgados y probablemente lo aconsejable sea dejarnos llevar por el mantra de la sostenibilidad que nos puede ayudar no solo a invertir mejor, sino también a ser más felices.