Coincidiendo con la reciente cumbre por el clima en Glasgow (COP26), aprovechamos para hablar de la apuesta por el hidrógeno verde como el motor de la transición energética.
En 2015, el objetivo de los acuerdos de París fue limitar el calentamiento mundial por debajo de 2 grados centígrados, preferiblemente a 1,5 grados centígrados. Posteriormente, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) estimó a finales de 2019 que, en las próximas décadas, hasta 2040, se producirá un incremento de la demanda energética global de entre un 25 % y un 30 %. Uniendo los dos factores, por un lado, la contención de la oferta por restricciones sobre determinadas fuentes de energía y, por otro, el mayor consumo energético, tenemos un escenario en el que es vital procurar ser menos dependientes de los combustibles fósiles, que son mayoritariamente los emisores de CO₂, e impulsar el uso de energías limpias como el hidrógeno y, fundamentalmente, el hidrógeno verde.