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El huevo y la gallina digitales o de quién es la culpa del uso indebido de datos personales

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El huevo y la gallina digitales o de quién es la culpa del uso indebido de datos personales

Ya no basta con tener control y dominio absoluto de nuestro monedero, DNI, móvil, llaves o cartera. Ahora, debemos también tener claro y ser conscientes de que todos tenemos, en mayor o menor medida, personalidades digitales; una huella y un rastro de galletitas (cookies) que no es difícil seguir.

Una vez compartimos nuestros datos personales en cualquier portal de Internet, red social, foro de dudas o promoción online, éstos están inmediatamente disponibles global y permanentemente.

Reflexión de Cristina Blanco, Responsable de Estrategia Digital, BM España

El usuario digital es ‘naive’

Vivimos en un país donde la edad media del usuario de redes sociales sobrepasa los 38 años; donde la penetración de Internet para las personas entre 55 a 64 años es del 72% (¡y de más del 35% en el caso de mayores de 64). Vivimos, además, en un momento social en el que concebimos las redes sociales como derechos fundamentales y herramientas que indudablemente son y deben ser gratuitas. Hemos de recordar que, además, las bases digitales han sido construidas desde el desconocimiento generalizado: muchas veces, en paralelo a la creación de leyes adaptadas al entorno digital; muchas otras, muy por detrás y con grandes vacíos legales y puntos ciegos.

Las bases digitales han sido construidas desde el desconocimiento generalizado: muchas veces, en paralelo a la creación de leyes adaptadas al entorno digital; muchas otras, muy por detrás.

La constante lucha de Twitter contra los bots y de Facebook o Instagram contra los perfiles falsos no ha evitado la proliferación de métodos de dudosa legalidad para influenciar o aprovecharse de los internautas. Granjas de clics (clickfarms) y de bots ‘politizados’ (localizados en India, Filipinas, Indonesia o Tailandia y con cierto control humano) que prometen cambios en el ruido digital y por, consiguiente, en la opinión y sentimiento de los ciudadanos sobre este o aquel político, esta o aquella marca o producto. Inflar perfiles de empresa o institucionales con irrelevantes cientos de falsos fans comprados, influir positivamente en la opinión pública sobre un nuevo producto o candidato o viralizar (tras un desembolso) ciertas opiniones o argumentarios sobre determinados intereses o marcas, son solo algunas de las anunciadas aptitudes de estas granjas. A pesar de la persecución constante contra estos delincuentes (o ciberdelicuentes), las dos últimas granjas de clics no fueron desmanteladas ni sus responsables llevados ante la Ley por su fraudulento negocio: ‘solamente’ se detuvo a sus fundadores por irregularidades en sus contratos laborales y en el pago de aranceles al importar los teléfonos.

‘Acepto los Términos y Condiciones de uso’

Volviendo a la necesidad de un control exhaustivo sobre el uso y obtención de datos personales, es hora de hablar de los ‘Términos y condiciones de uso’, los grandes funambulistas de las leyes europeas. Los cambios en la forma de aceptación (con establecimiento de tiempos mínimos para asegurar su lectura, con botones de ‘Siguiente’ que se activan solo cuando se llega al final de la página…) llevan ya varios años apuntando hacia la necesidad y obligatoriedad del consentimiento explícito.

Dejando aparte los juegos de palabras y el mundo de los sites de pornografía, jamás este término (‘Explícito’) significó tanto en Internet. Hemos aceptado ‘Condiciones de Uso’ y ‘Términos y Bases Legales’ a ciegas; hemos abierto y olvidado perfiles en decenas de aplicaciones, sitios de comercio electrónico, en nuevas y efímeras redes sociales… Solo hay que recordar los albores de Facebook, cuando los muros públicos eran patios de vecinos y los mensajes en abierto sobre temas personales y relatos de noches toledanas, nuestro pan de cada día. Se cuentan por millones las abandonadas fotografías adolescentes en Fotolog y Tuenti (el plazo de descarga de este último finalizó el 31 de agosto de 2017 y ha sido muy comentada la ‘vuelta a la vida’ del primero), las cuentas huérfanas de Myspace y las de Hi5.

Nunca debemos olvidar que, una vez subimos una imagen nuestra en abierto a cualquier red social, debemos ser conscientes de que, como quien tira una piedra, perdemos el control de cómo y dónde se puede usar.

Y, aunque “publicar algunas fotos en un perfil público de una red social no implica una renuncia general a la intimidad y propia imagen”, nunca debemos olvidar que, una vez subimos una imagen nuestra en abierto a cualquier red social, debemos ser conscientes de que, como quien tira una piedra, perdemos el control de cómo y dónde se puede usar. Todos queremos evitar tener que iniciar procesos judiciales para recuperar el control y derechos sobre nuestro propio material audiovisual o datos personales y, aunque nos hemos ido sumergiendo en complejos hilos de cambios en la legalidad digital y en políticas de privacidad, los ‘Ajustes de Privacidad’ de nuestras redes sociales necesitan dejar de ser los grandes desconocidos del amplio mundo digital.

El RGPD es algo más que un bombardeo de emails

El nuevo Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) con los que muchos han tenido pesadillas es, además de muy completo, una respuesta clara al abuso del comercio con nuestros datos personales. Muchos son los mandamientos de la RGPD, pero se podrían resumir en dos líneas muy claras:

  • Ya no vale con el consentimiento implícito en ningún caso. Ya no es lícito lanzar la ‘piedra’ en forma de correo electrónico y asumir que su no apertura es un contrato de amor eterno
    entre usuario y empresa.
  • El usuario debe conocer de manera manifiesta, directamente y sin necesidad de buscarlo ni dar un clic más, quién maneja y recibe sus datos personales (ya sea cuando se apunta a un newsletter, cuando manda su dirección por mensaje privado de Facebook a una página de marca o cuando compara vuelos y alojamiento en web especializada).

Y ojo, esta normativa no aplica siempre ni de igual manera a todas las empresas y entidades: el domicilio fiscal y las múltiples ‘mudanzas’ de cuartel general de ciertas empresas y marcas son
también preocupaciones actuales de los legisladores. Es en este punto en el que surgen nuevas soluciones y es necesario recordar que existen apoyos oficiales ante el abuso:

  • La ‘vigilancia comunitaria’: Facebook Inc. informó un mes después del escándalo Cambridge Analytica de que está lanzando un programa de recompensas para premiar a las personas que reporten el mal uso de datos por parte de desarrolladores de aplicaciones. Es pues, un buen momento para formar parte de la solidaridad general de usuarios cada vez más concienciados y conscientes de la importancia de sus datos personales y un buen uso de los mismos.
  • Por otro lado, son cada vez más las instituciones y cuerpos que velan por nosotros en el terreno digital: La Oficina de Seguridad del Internauta, el Grupo de Delitos Telemáticos
    de la Guardia Civil, el Instituto Nacional de Seguridad de España, el Centro Nacional de Protección de Infraestructuras y Ciberseguridad y, por supuesto, la Agencia Española de
    Protección de Datos.

Por supuesto, nunca está de más resaltar que, como ‘personas digitales’ tenemos derechos y deberes.

El derecho al olvido, la neutralidad y seguridad de la red, la gestión transparente de datos personales o la muerte digital son parte de los primeros. Pero es también nuestra obligación preocuparnos por el control sobre quién y qué información damos y nos piden y cómo se usa o elimina.