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¿Somos conscientes del impacto medioambiental del cloud?

Actualidad General

¿Somos conscientes del impacto medioambiental del cloud?

La nube o cloud es una tecnología que está cambiando la forma de utilizar y de almacenar nuestros datos. En lugar de tener que guardarlo todo en nuestros dispositivos personales o en servidores locales, la nube nos permite acceder a nuestros datos y aplicaciones en línea y desde cualquier lugar.

¿Qué es la nube/cloud?

La nube está formada por un conjunto de servidores y centros de datos que almacenan y procesan grandes cantidades de datos y aplicaciones. Como hemos dicho, no hay que guardarlo todo en nuestros dispositivos, y esto significa que podemos emplear equipos más grandes y eficientes en términos energéticos en lugar de nuestros teléfonos u ordenadores portátiles, lo que reduce la cantidad de energía necesaria para cargar y enfriar dispositivos individuales.

La nube también nos permite colaborar y trabajar de forma más eficiente, ya que podemos acceder a nuestros datos y aplicaciones desde cualquier lugar y en cualquier momento. Esto nos ayuda a reducir el consumo de energía y recursos necesarios para desplazarnos a reuniones y acontecimientos en persona, pero ¿somos conscientes del impacto medioambiental que supone esta comodidad?

¿Cuál es el impacto de la nube? 

Actualmente, el consumo global de los centros de datos ya supone un 5 % de toda la energía mundial, y la digitalización, el metaverso, las micromonedas o la inteligencia artificial empiezan a tener problemas con su sostenibilidad.

Los grandes centros de datos son naves industriales llenas de servidores cuya función principal es almacenar datos y toda la información disponible que encontramos en internet. Estas infraestructuras están empezando a provocar ciertos inconvenientes, ya que generan mucho calor y necesitan una refrigeración constante para el buen funcionamiento de los circuitos, lo que comporta un gran gasto de agua y electricidad. Estas naves industriales repletas de servidores ya ocupan extensiones equivalentes a pueblos medianos, y el hecho de consumir tanta energía hace que acaben produciendo una gran cantidad de dióxido de carbono.

En términos generales, el uso global de internet podría implicar 2,6 billones de litros de agua al año. No éramos conscientes de que, cuando bautizamos esta tecnología como “nube”, dábamos por hecho que no ocupa un espacio real, pero es todo lo contrario: la nube es física y consume y requiere, cada vez más, altos gastos de agua y de tierra.

Respecto a las empresas que gestionan y controlan la nube, estas han empezado a construir instalaciones bajo el mar o en el Ártico para que las condiciones naturales ayuden a reducir las energías que se necesitan para su mantenimiento. Aun así, esta tecnología, a medio y largo plazo, no es sostenible, y hacen falta cambios disruptivos que velen por el bienestar del planeta y de nuestro futuro.

¿Qué podemos hacer como usuarios?

En primer lugar, tenemos que empezar a pensar más en nuestros actos, ya que una simple búsqueda en Google tiene una repercusión de 0,2 gramos de CO₂, es decir, enviar un correo electrónico o publicar una fotografía en Instagram también contamina. Por lo tanto, podemos empezar el cambio a través de las acciones que realizamos en nuestro día a día, como, por ejemplo, reducir archivos a formatos más compactos como el PDF o apagar los dispositivos tecnológicos si no los vamos a usar más.

En segundo lugar, como usuarios, nos queda solicitar que se implanten políticas públicas que obliguen a estas organizaciones a instaurar comportamientos más éticos y, sobre todo, más sostenibles que no perjudiquen el medioambiente.