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El Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó ayer el World Economic Outlook, documento recurrente en el que se plasman las expectativas futuras de la evolución económica a nivel global.
En esta ocasión, el informe incorpora el impacto del COVID-19, que hasta la fecha no cuenta con tratamiento ni vacuna y con una propagación especialmente rápida. Las medidas de confinamiento son la única opción realmente efectiva para controlar la pandemia.
Este confinamiento, necesario sin lugar a dudas, ataca de forma directa tanto a la oferta de bienes y servicios como a la demanda. Las fábricas y negocios cesan su actividad productiva y los consumidores tan solo adquieren bienes básicos o de primera necesidad.
Este efecto, aunque de duración corta, es muy violento y se traslada a los modelos económicos de predicción de la evolución de la economía global. El resultado, en esta ocasión, es claro: ¡estamos en recesión! Eso sí, en una recesión atípica, porque no está motivada por factores económicos. Por tanto, una vez superada la crisis sanitaria, podría producirse una relativamente rápida mejora de los datos de crecimiento económico.
Según el FMI, la economía global sufrirá en 2020 una contracción del 3 %, siendo mayor en las economías avanzadas en las que el dato esperado se sitúa en un 6,1 %.
En España, uno de los países más afectados, el organismo espera una contracción del 8 % de nuestra economía. También preocupa especialmente la elevada previsión de crecimiento de la tasa de desempleo, que se situaría en un 21 % de la población activa.
De aquí la importancia de las acciones llevadas a cabo por Gobiernos y bancos centrales. Hasta el momento han sido contundentes buscando superar el primer tramo de esta inédita situación, pero que con toda seguridad requerirán de mayor compromiso y solidaridad en una segunda fase de reactivación social y económica. Sin lugar a dudas, es crucial para todos nosotros.
