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COVID-19: un cisne negro que probablemente cambiará el statu quo económico

Actualidad Finanzas

COVID-19: un cisne negro que probablemente cambiará el statu quo económico

Tras una década de relativa estabilidad en el crecimiento económico mundial, un cisne negro (evento impredecible y con consecuencias muy significativas cuya teoría fue desarrollada por Nassim Taleb) amenaza estos días con desestabilizar los pilares fundamentales sobre los cuales se ha basado el aumento de la prosperidad generalizada.

Tras ser declarado pandemia por la OMS, el COVID-19 se erige estas semanas como potencial desestabilizador, entre otros, de elementos como la globalización y la liberalización, cuyas consecuencias pueden trascender a lo meramente económico y alterar eventualmente el statu quo político-social, especialmente en aquellos países con mayor desigualdad.

COVID-19 y crisis sanitaria

La crisis sanitaria actual no dispone de precedentes en la historia reciente, a pesar de las comparaciones económicas iniciales con otras epidemias como el SARS o, más recientemente, el MERS.

Esa falta de datos estadísticos y patrones de comportamiento dificulta la capacidad predictiva, por lo que tanto bancos centrales como los propios Gobiernos están adoptando fuertes paquetes de estímulo monetario y fiscal con el objetivo de paliar los efectos económicos y su daño en la economía.

Dada su elevada tasa de contagio, algunos países están implementando progresivamente medidas encaminadas hacia “economías de guerra”, orientando la capacidad productiva hacia necesidades sanitarias y dejando de lado actividades no críticas.

Así, la situación actual está derivando en un shock de demanda. Aunque el impacto por el lado de la demanda es común en cualquier entorno recesivo, las medidas de distanciamiento adoptadas en todos los países están acelerando súbitamente su impacto y están dando como resultado una parada total de la actividad, algo inédito hasta la fecha.

Si bien es prematuro pensar en una eventual recuperación, factores estructurales como el menor potencial de crecimiento a nivel mundial probablemente dificulten la capacidad de recuperación a corto plazo. En todo caso, esta fuerte y repentina disrupción previsiblemente ocasionará la no supervivencia de muchas compañías, las cuales dejarán su cuota de mercado a aquellos competidores con mejor proposición de valor y mejor situación financiera, lo que dará como resultado compañías de mayor tamaño, con mayores retornos, pero también de mayor riesgo sistémico.

A buen seguro y como ya sucede en la actualidad en sectores como el tecnológico, estas situaciones en la que el ganador se hace con todo o gran parte de los beneficios (the winner takes it all) serán celosamente monitorizadas por las autoridades competentes para evitar que se creen posiciones de monopolios u oligopolios indeseados. La tendencia hacia un mayor intervencionismo público (¿fin del “laissez faire”?) y una menor globalización solucionará el problema a corto plazo, aunque implicará un sistema productivo menos eficiente.

Por otro lado, la expansión del virus coincide en tiempo con un periodo de inestabilidad comercial experimentada entre las diferentes potencias mundiales. La estrecha interrelación global del tejido tanto financiero como industrial fraguada durante las últimas décadas se está poniendo particularmente a prueba durante estas semanas.

Así, debido a la importancia de China como proveedor global, la parada de sus factorías está secando el suministro de piezas y componentes utilizados en la producción de todo el mundo, un hecho que limita su oferta y que, en última instancia, deriva en paradas productivas.

La comunidad empresarial ya se está haciendo eco de la mayor percepción del riesgo y están empezando a trabajar en diversificar sus fuentes de suministro utilizando fuentes más cercanas (locales), lo que revierte parcialmente el proceso de deslocalización experimentado durante las últimas décadas.

Como conclusión, nadie conoce las consecuencias reales a nivel social ni a nivel económico derivadas de la actual crisis. Sin embargo, sí se puede adelantar que varios de los pilares sobre los que las economías y las corporaciones se han basado hasta ahora para generar crecimiento económico se verán alterados y deberán adaptarse a fin de mantener un equilibrio más sostenible en adelante.

Un perfil de gestión empresarial más enfocada hacia la maximización de los beneficios de todos los agentes económicos involucrados seguirán proliferando; tan solo aquellas compañías realmente preparadas desde un prisma ASG tendrán ciertas garantías de seguir navegando de forma exitosa durante los nuevos tiempos que están por venir.