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¿El desierto de Atacama o una gran montaña de ropa?

Actualidad Economía sostenible

¿El desierto de Atacama o una gran montaña de ropa?

El desierto de Atacama siempre se ha caracterizado por ser el desierto más árido del planeta. Pertenece a Chile y tiene fronteras con Bolivia y Argentina. Son muchos los viajeros que lo visitan para admirar su diversidad de paisajes: montañas de diferentes formas, pueblos coloniales construidos con piedras volcánicas y lagunas que esconden miles de especies, entre otros.


Además, este desierto, que puede llegar a los 50 °C durante el día y bajar a -25 °C por la noche, también ha vivido nevadas históricas, como la del pasado agosto, que dejó una capa de hasta 15 centímetros de nieve. Este hecho, junto con la abundancia de lluvias y la llegada de la primavera al hemisferio sur, provocó el “Desierto Florido”, un fenómeno que suele pasar cada seis o siete años en esta región.

Desierto de Atacama

La otra cara del desierto

Un lugar que parece tan mágico como el desierto de Atacama también se ha visto afectado por el consumismo desmesurado de los países desarrollados. Recientemente, han salido fotografías impactantes en las que se ven las montañas llenas de ropa.

Ello es debido a que Chile es el primer importador de piezas de segunda mano de América Latina, donde cada año llegan, de todo el mundo, unas 59.000 toneladas de ropa usada y sin vender. De estas, se revende una parte, pero alrededor de 39.000 acaban en el desierto.

La realidad es que la industria de la moda es una de las más contaminantes del mundo. Según la ONU, esta representa del 8 % al 10 % de las emisiones de dióxido de carbono mundiales. A todo esto hay que sumar la tendencia en consumo de ropa llamada “fast fashion”, que hace referencia a los grandes volúmenes de ropa que produce rápidamente la industria de la moda para capturar las tendencias presentadas en las pasarelas.

Así pues, los problemas que derivan de la “fast fashion” o moda rápida amenazan peligrosamente el planeta, y un claro ejemplo son los vertederos que se han formado en el desierto. La ropa no es biodegradable, tiene productos químicos, puede tardar 200 años en degradarse y es tan tóxica como el plástico.

En definitiva, es importante que seamos conscientes del coste que genera en el planeta cada pieza textil que consumimos. Apostar por marcas sostenibles, adquirir productos de segunda mano o decantarse por prendas de ropa hechas con materiales ecológicos son algunas acciones que pueden ayudar a luchar contra esta situación alarmante.

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